Cuida tu salud naturalmente.

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Conde Indiano

jueves, 11 de diciembre de 2014

Badajoz da más de lo que promete

José Manuel Pozo Indiano

A mi amiga  Rocío Biedma preciosa flor de Romero


Dormida en el espejo celesteaba la luz que rebozaba por el río los secretos de cómo eternizar el instante, luz zafiro que vive en la memoria, en el recuerdo vivo, haciéndose despacio… lentitud de cigüeña sin prisa, luz y cielo, vuelo entre encinas, sin querer despertar la luz que cruza, esa luz eternizada que se hace hermosa. Ahora la luz despierta en el espejo a los sones del cadencioso compás que la historia cuenta.


Transcurría el año 1729 cuando contraen matrimonio en Badajoz el hijo de Felipe V y futuro Rey Fernando VI, con la Infanta de Portugal Bárbara de Braganza, hija de Juan V.



Vino la luz en otros días, pero no aquella luz de aquel día.
Sigue su transitar el siglo XVIII, mientras pasan las nubes cenicientas que sombrean... en tanto escuchamos el latir de la historia que ahora dice que estamos en el año 1767, lugar, calle Santa Lucía, sitio, número 17, día, 12 de mayo, muy cerca de la Puerta de Palma, nace Manuel de Godoy y Álvarez de Faria Ríos y Sánchez Zarzosa, hijo de don José de Godoy, cuya familia procedía de Castuera, y de doña María Antonia Álvarez de Faria, de origen portugués. Ambos eran de noble estirpe pero de hacienda mediana y en su mayor parte heredada. Manuel de Godoy fue encumbrado y protegido por Carlos IV y María Luisa de Parma, es llamado El Príncipe de la Paz y dirigió durante quince años los destinos de España con poder absoluto.
En esto damos un salto en el tiempo, para establecernos en
aquel trágico 11 de marzo de 1811, cuando entran los franceses,
rindiendo las armas de siete mil hombres, ¡Ay, pobre destino heroico
General Menacho!. Era la primera vez en más de cuatro siglos, desde que en 1386 la tomaran los portugueses, que la ciudad caía en poder del enemigo, a pesar de los veinte asaltos sufridos desde entonces.
La historia latido a latido.
El pasado es recordado como sustancia fundamental de
nuestra actualidad. Se acumulan los datos que se recapitulan en
la soledad del archivo, hay que buscar el pasado por lo que tiene
de presente, de permanencia, de constancia, de lo más importante
de la vida, destilado de los procesos históricos.
La historia tiene que ser tallada con meticulosa paciencia,
ajustándose a la realidad de los hechos. Para ello, veréis, la historia
hay que contarla y servirla, presentarla con palabras adecuadas,
como acabadas de salir del ebanista: desbastada, lijada, barnizada... palabras que digan lo que tienen que decir, ajustándose con certeza a su etimología, y todo ello nos llevará a un entendimiento más fluido de la misma.


Dice la voz del rigor que las palabras se las lleva el tiempo, ¡ay! Aquellas épocas que se van lentas como flujo de resina y sólo queda en la
propiedad de una memoria de corta vida, cientos de estampas vivas que van perdiendo color en lo álbumes del recuerdo, al final sólo permanece lo escrito en los cuadernos de lo eterno... la palabra... siempre la palabra, pero escrita.
Cuando a esta ciudad le llega la luz, la gloria se duplica en los espejos.
A quien llega por primera vez, le sorprende ese modo de vida que combina lo señorial y lo popular. Sus gentes gustan por su nobleza, caen bien, impresionan por la serenidad de su bondad, modestia y señorío, que
son cualidades de personas inteligentes.
Claro que no cabe dejar en el olvido el buen yantar, basado en la máxima calidad de los productos locales, manteniendo siempre la fuente inspiradora de la tradición, para hacer de aquel que la degusta un gran hedonista de estos manjares. Tabernas añejas,
El Tronco, La Corchuela; o de vanguardia como La Bomba (de mi amigo Jesús) y sus exquisitas tapas que enamoran paladares.
Mostradores donde la tertulia es más amena si la preside una gélida Cruzcampo.


Mis queridos, admirados y prudentes lectores, es hora de concluir, y así lo hago evocando a modo de sinopsis aquellas sensaciones.
Badajoz da más de lo que promete, donde es admirable ese modo de vida tan singular, me impactó; la Plaza Alta, donde el toque mágico de sus casas, parecen embrujadas por el duende de los jondos ecos de los cantes de Porrina, el atractivo encanto de los balcones de la calle Santa Lucía, la tierna mirada de aquella anciana de verdes ojos, caramelo de menta (como los de la tonadillera Estrellita Castro), o la apostura de una buena moza
de talle gentil, que se bamboleaba como una copla por soleá al
compás de sus andares.
Ya sólo queda un hasta luego… un hasta pronto a mi amiga la reverenda y entrañable Madre Celina, erudita del cenobio de las Clarisas de Santa Ana, quien sólo con su presencia purifica mi espíritu; a mis amigas María Victoria y Ana, bibliófilas desde la cuna y sevillistas hasta la cal de los huesos; a María José, propietaria del Hotel Cervantes, sitio ideal para pernoctar, con encantadores profesionales como Laura, María del Mar, Eduardo y Carlos. En el Café Carmen, la cordialidad de Sandra; y de Jesús,
saber y rigor, experto guía de la Catedral.
Despedirse de Badajoz es difícil, pues la ciudad tira del alma,
la meditación y el paso del tiempo hace que se aviven los recuerdos.
Volver los ojos hacia Badajoz y escuchar su voz es como respirar
el aire lozano de una serranía.

Diciembre 2014
Jose Manuel Pozo Indiano




No te olvides.
Mi abuelo siempre decía :

Si estas resfriado un remedio muy bueno sería el siguiente para mejorar tu salud:


Medio vaso de agua + el zumo de 1 Limón+ el zumo de 2 naranjas+ 1 cucharada  de miel. Todo esto diluido . ( puedes tomar cada 12 horas esta dosis ).