Antonio Pozo Indiano
La historia de este
monumental símbolo de
hermandad entre todos los hombre del mundo había concluido ya.
Pero en los Estados
Unidos se había desarrollado toda una serie de acontecimientos paralelos cuyo final estaba lejano.
Quizás el acontecimiento más
extraordinario de todos aquellos
relacionados con la historia de la
Estatua de la Libertad sea la reticencia de las instituciones y el pueblo norteamericano para aceptar el regalo .
El Comité Americano
tuvo que sudar bastante para
convencer al Congreso no sólo de la aceptación
de la estatua sino también de la concesión de un emplazamiento adecuado y de la asunción de todos los gastos provocados por el mantenimiento de las posibles reparaciones del monumento . No deja de ser curioso que semejante compromiso no fuera ratificado antes de 1877 , cuando
las labores del escultor francés y su equipo estaban ya sumamente avanzadas . En cuánto el emplazamiento se decidió
que sería aquel por el que
Bartholdi había manifestado mayores
preferencias . Fort Wood , antigua
batería militar que recientemente había
perdido su carácter de tal,
situada en la isla Bedloe , frente al puerto de Nueva York , aunque
rodeada por aguas territoriales del Estado de Nueva Jersey .
A pesar de todo , los preparativos norteamericanos iban muy retrasados respecto al calendario previsto por Francia ,
fundamentalmente por el
extrañamente escaso entusiasmo que el proyecto de Laboulaye había alcanzado entre la población de su
admirado país . Entonces entró juego una figura que resultaría fundamental para la feliz culminación del
proceso , Joseph Pulizer , propietario y director del periódico
“ The ( New York )Word “ ,
que en Marzo de 1885 cuando parecía que no se iba a poder llegar a tiempo relanzó una magníficamente planeada campaña propagandística continuación de su anterior planteada en 1883 si excesivo éxito que esta vez sí resultó efectiva
proporcionando la mayor parte de los fondos necesarios para la terminación del pedestal ,
obra del arquitecto americano Richard Morris Hunt , que había
concebido una gran base de granito y hormigón de 27 metros de altura levantada sobre unos macizos cimientos de
hormigón que penetran 6 metros en el
interior del antiguo fortín de principios del siglo XIX.
Cunado finalmente la estatua
llegó a Nueva York , fue necesario todo
el verano para montarla de nuevo , tarea por cuya precisión veló el propio
Bertholdi que
había viajado con su obra . La gran aventura
terminó por fin el 28 de Octubre
de 1886 , cuando después de que el
artista en persona despojara los
paños que la cubrían , el
Presidente Grover Cleverland aceptó y agradeció oficialmente el regalo de los franceses ante una nutrida
representación diplomática de
este último país , desplazada
expresamente a Nueva York para la
brillante ceremonia. Solamente hubo una triste ausencia en la espectacular inauguración. Cuando Fernando de Lesseps , autor del
proyecto del canal de Suez y presidente
del Comité franco-americano , pronunció
el discurso de inauguración , todos los presentes
recordaron la figura de Eduard de Laboulaye , que , después de haber
imaginado el símbolo que a partir
de aquel momento representaría en
todo el mundo a Nueva York y a todos sus Estados hermanos , después de
haber entregado la mitad de su vida al
noble proyecto de levantar un
monumento a la libertad de todos los humanos y a la unión universal de todos sus pueblos , había muerto en París en 1883 ,víctima de un despiadado destino que le impidió culminar la obra de su vida , el mayor homenaje a la
Libertad y la
Justicia .
Fin
Vivir es Convivir
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