Antonio
Pozo Indiano
La solución de Alfonso XIII para salvar a España del
'engendro político' tras repetirse las elecciones de 1918
El
plena escasez de bienes de primera necesidad durante la Primera
Guerra Mundial y con una crisis aún mayor, tuvimos
que ir a la urnas tres años consecutivos. Aquellas elecciones generales dieron
como resultado un Congreso todavía más fragmentado que el que ha resultado
del 10-N. En 1918, la segunda de ellas, los dos
partidos mayoritarios no fueron capaces de ponerse de acuerdo para formar
Gobierno y la parálisis institucional se enquistó aún más. ¿Quién tuvo,
entonces, que tomar cartas en el asunto para intentar salvar la situación de
bloqueo ante la incompetencia de los partidos políticos? El Rey
Alfonso XIII.
Pedro
Sánchez no logró, efectivamente, ninguno de los dos objetivos que buscaba con
la repetición
de los comicios este domingo: ni
reforzó sus resultados con respecto a abril, ya que perdió tres escaños, ni
desgastó a sus enemigos. Todo parecía indicar que, después del 10-N, el líder
socialista iba a tener más difícil formar gobierno, pese a su victoria
electoral y ante el Congreso de los Diputados más fragmentado de la historia de
la democracia: 16
partidos. Pero ayer, Sánchez y Pablo Iglesias nos
sorprendieron con un acuerdo expres para formar un Ejecutivo progresista, que
pone de manifiesto que no haber alcanzado un acuerdo antes fue un ejercicio de
tacticismo por ambas partes.
España vivió situaciones semejantes durante
la Restauración, durante las crisis que se produjeron entre 1917 y 1922. En
aquella ocasión, sin embargo, las salidas que se buscaron fueron diferentes. Se
tuvieron que tomar decisiones más drásticas y de urgencia con varios gobiernos
de concentración que agrupaban a partidos políticos de ideología muy diferente,
pero que representaban a un espectro mayor de la población. Algo a lo que
parece no estar dispuesto Sánchez, una de cuyas opciones para que España
saliera del bloqueo era hacer una gran coalición con el PP que superaría los
200 escaños.
Eduardo Dato
En
1917, la decisión para salir del bloqueo institucional la tomó el Rey Alfonso
XIII. España se encontraba en una grave crisis social, política y militar
durante el Gobierno del conservador Eduardo
Dato como consecuencia de la escasez de alimentos
de primera necesidad, el caciquismo y el clima creado por la neutralidad en la
Gran Guerra. En busca de una solución, el monarca sustituyó a Dato por un
«Gobierno de concentración» el 30 de octubre. Estaba presidido por el liberal
Manuel García Prieto, pero la solución no fue todo lo efectiva que esperaba.
Portada de «Crónica Gráfica», con
García Prieto (izquierda)
«Alfonso
XIII consideró la necesidad de que un Gobierno de concentración como este
podría abordar los graves problemas planteados en esa etapa», explica el
historiador Manuel Sainz de Vicuña y García-Prieto en uno de sus artículos para
la Real Academia de la Historia. Pero lo cierto es que, para acabar con el
problema, ya no servían los viejos políticos ni el sistema de gobierno turnante
implantado por la Restauración. Como dijo Ortega
y Gasset, «un sistema de viejo equilibrio se había
roto» y «el nuevo no se había alzado».
El
conde de Romanones calificó aquella situación de «engendro político», pues en
él cada ministro caminaba por su lado y tenía intereses distintos, sin un
programa en común, sino programas absolutamente diferentes.
Poco
después de crearlo, el Gobierno volvió a ser disuelto y se llamó a los
ciudadanos a votar en unas elecciones generales que fueran limpias,
democráticas y en las que hubiera una amplia representación de fuerzas para
tratar de calmar a la sociedad. Ese era el único objetivo que se marcó
relamente García Prieto: «Convocar unas nuevas Cortes que fueran elegidas por
abstención de toda intervención gubernativa».
Las elecciones se celebraron el 24 de febrero de 1918 y en ellas ni los
conservadores ni los liberales alcanzaron una mayoría aplastante, tal y como ha
ocurrido en las comicios del pasado domingo entre el PSOE de Pedro Sánchez y el
PP de Pablo Casado: Antonio Maura, conservador, obtuvo 27 diputados; Eduardo Dato,
conservador, logró 100; Manuel García Prieto, liberal, 81; el conde de
Romanones, liberal, 36; Santiago Alba, liberal, 25; y Francesc Cambó,
regionalista, 23.
Con
unas fuerzas tan dispersas y tantos líderes que se consideraban en funciones de
jefe era imposible formar un Gobierno «de altura» que pudiera tener una
auténtica representación nacional y resolviera los males del país. Eso era lo
que demandaba Cambó, presidente de la Lliga Regionalista y hombre del momento
en la política española. Fue entonces cuando Alfonso XIII se aplicó a fondo y
demostró lo que el director de ABC, Juan
Ignacio Luca de Tena, diría de él años después: «Entre sus
defectos está el de su inteligencia, pues, con excepciones notorias como las de
Canalejas, Maura, Dato y algunos pocos más, el monarca era más inteligente que
la mayoría de sus ministros».
El despacho de Alfonso XIII
Para lograr su empeño tras aquella
fragmentación del voto, y a la vista de un Parlamento tan dividido, Alfonso
XIII se vio obligado a tomar las riendas del país para formar un Ejecutivo de
garantías que representara a todos. El Rey convocó en su despacho, a la misma
hora y de forma simultánea, a todos los líderes de los partidos políticos y,
una vez reunidos, les invitó a formar un Gobierno de carácter nacional. Al ver
que estos se resistían, dadas sus diferencias irreconciliables, amagó con
renunciar a la Corona. Su objetivo era forzar la voluntad de los
representantes, los cuales, al percatarse del problema que podría plantear la
expatriación del Monarca, aceptaron la propuesta.
El
conde de Romanones, presente en aquella reunión en el despacho del Rey,
describió la escena así: «Casi sin discusión, todos le manifestamos estar
dispuestos a satisfacer sus deseos». Entonces, sigue narrando, el propio
Alfonso XIII tomó papel y pluma y dijo: «Yo haré de secretario». Entonces fue
confeccionando la lista de los nombres y los cargos que ocuparía cada uno:
«Primero, el nombre de Maura para la Presidencia, que aceptó con aire de resignación,
aunque yo creo que en el fondo satisfecho al ver cómo la justicia se abre paso
y cómo las campañas contra él terminaban proclamándole indispensable. Dato, en
Estado; García
Prieto, en Gobernación; Romanones, en
Gracia y Justicia; Alba, en Instrucción Pública; Cambó, en
Fomento. Aunque ausentes, se anotaron otros tres nombres para los restantes
Ministerios: González
Besada, en Hacienda; Marina, en
Guerra, y el almirante
Pidal, en Marina».
Alfonso
XIII demostró así ser «un estadista sagaz y un político resuelto y frío», tal y
como lo calificó el primer ministro inglés, Winston
Churchill.
Según expresó Romanones varios años después, «de haber perdurado aquella combinación del Rey de España, se habría evitado todo lo que ocurrió después». Así surgió ese «Gobierno Nacional» que el país recibió con auténtico entusiasmo, pues era la última posibilidad constitucional de sacar adelante a España, que posó para la historia en el Palacio Real, después de prestar juramento, el 22 de marzo de 1918. La fotografía de aquel momento histórico es la que encabeza este reportaje.
Según expresó Romanones varios años después, «de haber perdurado aquella combinación del Rey de España, se habría evitado todo lo que ocurrió después». Así surgió ese «Gobierno Nacional» que el país recibió con auténtico entusiasmo, pues era la última posibilidad constitucional de sacar adelante a España, que posó para la historia en el Palacio Real, después de prestar juramento, el 22 de marzo de 1918. La fotografía de aquel momento histórico es la que encabeza este reportaje.
Felicidad en el pueblo
Al
día siguiente, ABC
describía la reacción de los ciudadanos ante este nuevo Gobierno en tiempos de crisis que representaba prácticamente
todas las sensibilidades política de aquella España del primer tercio del siglo
XX: «“¡Aún hay patria, Veremundo!”, vino a decir ayer Madrid, ofreciendo uno de
esos espectáculos grandiosos que, él solito y pocos pueblos más ofrecer cuando
les llega al alma. Las imponentes manifestaciones de entusiasmo patriótico
fueron incesantes. El Rey, su augusta familia y los nuevos ministros fueron
aclamados con fervor admirable. En la cámaras, los diputados y senadores se
volvieron roncos de tanto vitorear y se rompieron las manos de tanto aplaudir.
Y al aplaudir y vitorear Madrid a España, al Rey y al Gobierno,
indiscutiblemente se vitoreó y se aplaudió a sí mismo».
El
intento del Rey no tuvo éxito por los enfrentamientos de nuevo entre las
diferentes facciones del Gobierno. Maura, que fue cinco veces presidente del
Consejo de Ministros de España, tampoco consiguió llevar a buen puerto la llave
entregada por Alfonso XIII. Como lo describió el historiador Javier Tusell, el que puede ser considerado como uno de los líderes más
influyentes del Partido Conservador se percibía a sí mismo como «un cisne de
plumaje blanco nadando sobre una ciénaga». Un descripción que hace referencia a
dos de las facetas que han acompañado al político: su compromiso con la
regeneración política en una época dominada por el caciquismo y la superioridad
moral que lo caracterizaba, consecuencia de su voluntad de limpiar la política.
Maura
dimitió en julio y, de nuevo, comenzaron los intentos de los partidos de llegar
a un acuerdo, tal y como ocurre desde ayer con el principio de pacto entre
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para formar un Gobierno progresista. Aún les
faltan apoyos y, de momento, los independentistas de ERC
ya les han dicho que «no». En aquellos años finales
de la Restauración, se tuvieron que convocar unas nuevas elecciones para
diciembre de 1920, después de que se disolvieran las cortes por tercer año
consecutivo. Hoy, ese escenario, no parece contemplarlo nadie, pero tampoco lo
descartan.
Israel
VianaMADRID Actualizado:13/11/2019 19:25h
DIARIO ABC
HEMEROTECA DEL
CONDE YNDIANO DE BALLABRIGA.