Antonio Pozo
Indiano
La
contribución de los alemanes a la conquista y colonización de América se limita
a un episodio anecdótico y casi desconocido. Carlos V cedió
este territorio durante 18 años a una familia de banqueros germanos con el fin
de pagar una deuda odiosa, la que le había hecho Emperador del Sacro
Imperio Germánico. Un trozo del Nuevo Mundo a cambio de poder en Europa.
Los banqueros más aventureros, los Welser, asumieron el reto.
Una deuda gigante a
cambio de una Corona
Amigo
y deudor también de banqueros, el Emperador Maximiliano dejó
inacabados sus planes por su inesperada muerte, supuestamente debida a una
indigestión de melones, y no pudo asegurar la Corona imperial para su nieto
Carlos de Gantes, ya entonces Rey de España.La Casa de los Austrias llevaba
casi un siglo al frente del Imperio, pero Maximiliano, en su rebosante
mediocridad, no consiguió nunca el propósito de ser coronado por el Papa, lo
que impidió que pudiera designar formalmente a su nieto como Rey de los
Romanos. Sin este requisito, su nieto se veía obligado a obtener su
elección entre una votación de los siete Príncipes electores y a enfrentarse a
otros candidatos con sangre igual de azul.
Carlos
contaba a favor de su causa con el apoyo de su abuelo y de su entorno, pero ni
siquiera había pisado Alemania y entendía tan poco de alemán como Francisco I
de Francia, otra opción a tener en cuenta. El resto de candidatos eran Enrique VIII de Inglaterra, el Rey de Polonia y el Duque de
Sajonia, aunque el paso de los días evidenció que la elección iba a ser
cosa de dos, siendo Francisco el favorito. «Sire, los dos cortejamos a la misma
dama», anunció el francés al saber que ambos aspirarían al trono de Carlomagno.
La remontada del Rey de España aconteció por una razón muy básica: tanto la
familia de banqueros de los Fugger como la de los Welser se negaron a conceder
créditos a Francia, tal vez por un leve atisbo nacionalista (evitar que un
monarca francés amenazara las leyes y privilegios germanos) o tal vez
porque la oferta carolingia sonaba más jugosa.
El nieto de Maximiliano subió la apuesta hasta los 851.918 florines, mientras Francisco I se retiró con la mitad de fichas. El 28 de junio de 1519, los electores eligieron por unanimidad a Carlos de Gantes, a partir de entonces y para siempre: Carlos V, káiser, Emperador del Imperio Romano Germánico, heredero de la tradición romana y las hazañas de Carlomagno. Ahora faltaba pagar la factura.
La familia de banqueros aventureros
Los Welser y los Fugger dominaron la
economía mundial durante buena parte del siglo XVI, siendo sucedidos por los
banqueros genoveses ya en tiempos de Felipe II y Felipe III. No eran banqueros en el sentido clásico de la palabra, sino «merchant bankers» (banqueros
comerciantes), por lo que estaban encantados de aceptar pagos en forma de
minas, recursos naturales, territorios e incluso botines de guerra.
Una vez Carlos fue coronado, reclamaron su
parte del pastel, el pago de su deuda... Si bien los Fugger (hispanizados
como «Fúcares») se dieron por contentos con las millonarias rentas de las
órdenes militares españolas; los
Welser («Belzares) seguían a finales de 1528 sin haber
percibido todo el dinero. A modo de ultimátum: si la Corona quería nuevos
créditos, debían ofrecerles alguna clase de pacto o de aventura comercial. La
respuesta del Emperador fue un acuerdo por el que cedió una parte del Nuevo Mundo para que la
explotasen a su gusto, liberados de cualquier clase de impuesto a la Corona española.
Aquello era algo inédito, ya que Castilla mantenía un
férreo monopolio comercial en toda América. En 1522, Carlos V de Alemania y I
de España había rechazado una petición de Barcelona para obtener permiso de comercio
directo con América desde sus puertos, y remitió a los comerciantes catalanes
–como al resto de habitantes de España– a trasladarse a Sevilla (más tarde a Cádiz) y
hacer uso de sus infraestructuras. El monopolio estatal estaba controlado
estrictamente desde Sevilla y obliga a que ningún barco pudiera salirse de esta
ruta. De ahí que resultara tan excepcional el acuerdo firmado con los banqueros
alemanes, a los que se les permitía nombrar gobernadores propios, usar a los indios como mano de obra e incluso
esclavizarlos, además del permiso para llevarse hasta 4.000
africanos.
En este sentido, los alemanes estaban
obligados por contrato a fundar dos ciudades y a construir tres fortalezas. Y
los Welser debían enviar una escuadrilla de cuatro navíos con doscientos
hombres, armados y equipados a sus propias expensas, para ayudar al Gobernador de Santa Marta en
la pacificación de aquel territorio. Además, podían explorar el territorio
próximo en busca de metales preciosos, pero aquí sí debían dar una parte a la
Corona española, y aportar 50 técnicos para explotar las
minas de la región.
Los Welser aceptaron el arriesgado desafío,
porque habían nacido más para el comercio que para las finanzas. De hecho
habían mostrado interés y obsesión por el Nuevo Continente desde casi el
principio. Tuvieron tierras en Canarias;
establecieron una oficina en Santo
Domingo; avanzaron hacia México para explotar las minas de plata de Zultepec;
y se involucraron en la expedición de Pedro de Mendoza en la que
descubrió el Río de la Plata.
Ahora, el territorio concedido a los
alemanes fue la provincia de Venezuela, cuyos límites estaban definidos
por el Cabo de la Vela (la
actual frontera con Colombia) por el Oeste, y el Cabo de Maracapana por
el Este (cerca de la ciudad de Barcelona). Varias islas cercanas a la costa
quedaron también bajo jurisdicción de los Welser. Era aquella –sabían– la mayor
oportunidad económica de su vida.
La obsesión con
«El Dorado»
El primer gobernador de Klein-Venedig (Pequeña
Venecia) fue Ambrosio
Ehinger, cuya principal obsesión fue la encontrar el mítico «El Dorado». Empleando como base la
isla de La Española, 4.000 esclavos africanos y cerca 400
alemanes desembarcaron en Venezuela para levantar esta pequeña colonia. Aunque
desde el principio parecieron poco interesados en cumplir la parte del contrato
que exigía colonizar el territorio. Más bien buscaban cosas brillantes.
En 1529, Ehinger fundó la villa de Maracaibo, pero no
logró encontrar las cantidades de oro que los banqueros habían previsto y se
sumió en una loca incursión por la
Sierra de Perijá hasta las tierras del río Magdalena, en Colombia.
Allí recibió un flechazo mortal en la garganta a la altura de Chitacomar, en el
territorio independiente de los chitareros, una tribu hoy extinta.
Maracaibo languideció, con apenas 30 vecinos
y muy poca actividad comercial, hasta que seis años después el conquistador
alemán Nicolás Federmann ordenó
trasladar la «capital» de esta colonia a la península de la Guajira, con el nombre de «Nuestra Señora Santa María de los Remedios del
Cabo de la Vela» (en la actual Colombia). En su primera
expedición (1530), Federmann recorrió la región de Barquisimeto, Portuguesa,
Yaracuy y el oriente de Falcón. En 1536 llevó a cabo su
segunda expedición con gran interés, como todos, por las perlas de las islas
próximas.
El siguiente gobernador, Georg von Speyer, tampoco tuvo
demasiado éxito en sus objetivos y sus hombres fueron asolados por enfermedades
tropicales y hostigados por los indígenas. El último gobernador de esta Venezuela germana, Philipp von Hutten, el hijo de
un burgomaestre, se adentró a la desesperada en el interior del continente, en
dirección a Colombia,
causando gran agitación y desorden a su paso.
A su regreso a casa después de numerosas
correrías, Philipp von Hutten,
a quien acompañaba Bartolomé
Welser, heredero de la banca alemana, se tuvo que enfrentar con
el español Juan de Carvajal,
quien había sublevado a la
población de soldados arruinados contra
la pésima gestión de los Welser. Se dice que el español encargó a un negro
cortarles las cabeza a los dos aventureros con un machete poco después de
apresarlos, «y como el instrumento tenía embotados los filos con la
continuación de haber servido en otros ejercicios más groseros, con prolongado
martirio acabaron con la vida aquellos desdichados, más a las repeticiones del
golpe que al corte de la cuchilla».
El final de un
imperio de banqueros
Carvajal no debía temer represalias. El Consejo de Indias retiró
la concesión a los Welser ese mismo año por incumplimiento del contrato de
arrendamiento. Tampoco en la Corte imperial les quedaban ya muchos aliados a
estos banqueros, dadas las sospechas de que estaban apoyando al movimiento luterano en Augsburgo.
Después de esta terrible experiencia, los
alemanes no volverían a conseguir establecer una colonia permanente en América,
a excepción de casos aislados como la
Compañía Africana de Brandeburgo. Suyo fue el control del
comercio de esclavos en la
isla de Santo Tomás (las Islas Vírgenes).
Los Welser tampoco tuvieron una segunda
oportunidad. En 1556, con la suspensión de pagos decretada por Felipe II, que afectó también a los Fugger, se inició un rápido declive de las
actividades financieras de la familia. En 1614, en los albores de la Guerra de los Treinta Años,
fue declarada la quiebra de la
Casa Welser, siendo Matías
Welser encarcelado y perdiéndose el rastro de sus archivos
familiares en la bruma de los tiempos.
CESAR CERVERA
DIARIO ABC 18-11-2016
HEMEROTECA DEL CONDE
YNDIANO DE BALLABRIGA.
GRUPO DE EMPRESAS
HACENDADO CONDE INDIANO
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