Antonio Pozo Indiano
La conspiración del Duque de Medina-Sidonia
Con el apoyo de los rebeldes portugueses
y de las flotas de Francia y Holanda, el sobrino del todopoderoso valido del
Rey organizó una conjura para crear un reino andaluz separado de Castilla en
1641
A la sombra de Portugal
Entre
estas acometidas contra el gigante herido que era la Monarquía hispánica, pasó inadvertido
una peligrosa conspiración a cargo de un grupo de nobles castellanos que
pretendían separar la región de Andalucía del resto de España. El IX Duque de Medina Sidonia –emparentado
precisamente con el encargado de apagar la rebelión, el Conde-Duque de Olivares– fue quien estuvo detrás de un episodio
olvidado que pudo cambiar radicalmente la historia de España.
La
conspiración secesionista de Andalucía fue un episodio a la sombra de la
Sublevación de Portugal. Así, cuando dio comienzo la primera sublevación de
Portugal en agosto de 1637, las operaciones para pacificar el Algarve le fueron
encomendadas al IX duque de Medina Sidonia, en el ejercicio de sus funciones
como Capitán General del Ejército de
Andalucía. Y, aunque esta primera rebelión fracasó, la pasividad de Medina-Sidonia
volvió a repetirse en 1640.
Frente
la proclamación del Duque
de Braganza como Rey de Portugal, Felipe IV y el Conde-Duque empezaron a
preparar la reconquista de Portugal a finales de 1640. Para ello, encomendaron
al Duque de Medina-Sidonia la capitanía general de uno de los ejércitos que
debía caer sobre los rebeldes. La lentitud y falta de iniciativa del noble
andaluz dejaron ya entrever sus planes ocultos. La nueva Reina de
Portugal, Luisa de Guzmán, era hermana
del duque, por lo que se oponía a contribuir a que ella perdiera su corona. Así
y todo, la primera idea del levantamiento andaluz partió del Marqués de
Ayamonte, Francisco Manuel Silvestre de Guzmán y Zúñiga —titular de
una de las ramas menores de la casa de Medina-Sidonia—, quien convenció a su
primo para iniciar una sublevación con la ayuda de Portugal y las flotas de
Francia y Holanda, que tomarían el puerto de Cádiz.
Sin castigo para el fuerte
Un
espía de La Haya fue el primero en alertar a Felipe
IV de
lo que se gestaba en el sur de España. Cuando los «guzmanes» (llamados así por
el apellido) fueron llamados a la corte, el duque se excusó alegando razones de
salud, puesto que esperaba ganar tiempo hasta que acudiera la flota franco-holandesa a las costas
portuguesas. Para fortuna de «los muros de la patria mía», la flota enemiga
nunca hizo acto de presencia, y todos los nobles castellanos sondeados se
negaron a participar en una empresa que ni siquiera contaba con el apoyo de las
clases populares.
Sin
que hubiera prendido todavía el levantamiento, Luis de Haro y Guzmán —el gran
protegido del Conde-Duque— se presentó en Andalucía a conocer el alcance de la
conjura y a detener a Medina-Sidonia. El duque escapó a tiempo hacia Madrid
para dar explicaciones en persona a su pariente. El valido arrojó,
literalmente, a su primo a los pies del monarca, al que confesó todos los
planes y rogó que le perdonara. En una muestra de magnanimidad, Felipe IV le
libró de ser condenado a muerte, pero no así al otro cabecilla. Tras un
prolongado juicio, el Marqués de Ayamonte fue condenado
a la confiscación de sus bienes y a la pena de muerte. Fue ejecutado en el Alcázar de
Segovia, siendo degollado como correspondía a los traidores a la corona.
El
castigo a Medina-Sidonia se limitó a pagar una multa de 200.000 ducados como
donativo a la Corona y a un destierro de sus dominios andaluces. Solo cuando
violó estas prohibiciones, en 1642, coincidiendo con la presencia de una flota
franco-holandesa en las proximidades de Cádiz, fue encarcelado en el castillo
de Coca. En un desesperado intento por lavar su imagen, Medina-Sidonia tuvo la
estrafalaria idea de retar a duelo al Rey de Portugal.
En
1645 se le privó del Señorío de Sanlúcar, que revirtió a la Corona, y de la Capitanía General del Mar
Océano y Costas de Andalucía, que pasó a su rival el Duque de
Medinaceli.
Cesar Cervera
8-3-2019- Diario ABC
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