Me llegan muchas cartas de mujeres que se encuentran atravesando su periodo de menopausia y sienten un nerviosismo propio de la etapa que están atravesando y piden que les aconseje algo natural , para solucionar esto.
Pues mi Abuelo decía que para esto lo mejor era la MELISA.
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Melisa
Melissa officinalis L.
Relajante digestivo
Descripción:
Originaria de Asia Menor, fue introducida en Europa durante la Edad Media. Se cultiva ampliamente en jardines por su agradable aroma y su belleza. Curiosamente, el famoso agua del Carmen, antigua fórmula de las Carmelitas que aún sigue utilizándose para el malestar digestivo, no es sino un alcohol de melisa.
Propiedades:
La melisa tiene una acción sedante y beneficiosa sobre el nerviosismo y la ansiedad. Ayuda a tratar las dolencias de origen nervioso, así como flatulencias, espasmos intestinales y digestivos, colitis, calambres de estómago y eructos. También ejerce una beneficiosa acción sobre los zumbidos de oídos, sensaciones auditivas verdaderamente desagradables.
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GUATEMALA.
El proceso de la emancipación del Reino de Guatemala ha de apreciarse en relación con los acontecimientos que se suscitaban en Europa y el resto del continente americano, y debe examinarse en toda su larga duración, tratando de captar su evolución o `maduración', hasta culminar, más o menos simultáneamente que en otras partes de Hispanoamérica, en el rompimiento de los vínculos de dependencia con España.
El historiador Chester Zelaya ha dividido el proceso en tres etapas: la del Despotismo Ilustrado (1794-1810),
La primera escapa al presente artículo, ya que se trata en otras partes de esta misma obra se refiere al clima ideológico y político que se creó paulatinamente por una compleja serie de factores que de hecho venían desde tiempo atrás y entre los que ha sido usual mencionar
Al reducir el estudio a las otras dos etapas, es preferible, al menos para el caso centroamericano, hacer otra división. El primer hito lo establecieron los súbitos y graves acontecimientos peninsulares que se iniciaron en 1808 y que desembocaron en el proceso constitucionalista de Cádiz, el cual se interrumpió abruptamente con la derogatoria de
Entre 1814 y 1820, mientras no estuvo vigente
La última etapa (1820-1823), en coincidencia con Zelaya, puede dividirse en dos subetapas: la comprendida de
Antes de referirse a los acontecimientos españoles, sin embargo, es conveniente describir cómo funcionaban en el Reino de Guatemala las relaciones de poder, tanto políticas como económicas, ya que su comprensión permite apreciar mejor los cambios que deseaban las élites criollas, que estaban inconformes con esa situación, aunque en diferente forma, según se tratara de la élite de la ciudad de Guatemala o de las élites de las principales ciudades provincianas, las cuales tenían aspiraciones diversas.
Las Relaciones de Poder en el Reino de Guatemala
El sistema político español había sido siempre altamente centralizado. Todos los hilos del poder regional se concentraban en el Presidente, Gobernador y Capitán General, y, a su lado, en
El establecimiento de las intendencias modificó un tanto la organización regional, pero concentró en los intendentes una serie de facultades y funciones que antes tenían los gobernadores, alcaldes mayores o corregidores, con el agravante, desde el punto de vista de la élite criolla, de que estos funcionarios fueron en su mayoría peninsulares, mientras que los alcaldes mayores y corregidores habían sido generalmente criollos.
El gobierno eclesiástico también estaba centralizado en los obispos y arzobispos, que asimismo fueron mayoritariamente peninsulares, lo mismo que gran parte de los miembros del Cabildo Eclesiástico. Sólo en los Ayuntamientos pudieron las élites criollas expresar su control político, sobre todo por medio de la compra de cargos, si bien compartían el poder con los peninsulares que también ocupaban puestos capitulares.
El gobierno español de las Indias se caracterizaba por dos principios fundamentales y complementarios:
a) la existencia de varias esferas de autoridad y de responsabilidades (gobierno, guerra, hacienda, justicia, Iglesia), y
b) el recelo de
De ahí que todas las decisiones importantes tenían que consultarse a España, donde culminaba la centralización gubernamental, que requería (y estimulaba) la comunicación directa con el Rey. Los procedimientos resultaban a la vez lentos y engorrosos, ambiguos y conflictivos. En el siglo XVIII y principios del XIX, tales procedimientos no sólo no se habían vuelto más fluidos sino que incluso, más que nunca, todo se debía decidir en
El sistema generó contradicciones: si bien era rígido y autoritario, limitando la libertad y la discreción de los funcionarios y de las corporaciones locales, tuvo que permitir cierta flexibilidad, aunque ésta resultó siempre precaria ya que en cualquier momento la autoridad peninsular podía revocar una resolución. Los funcionarios y corporaciones de Hispanoamérica recurrieron a diversos métodos para adoptar alguna decisión que les conviniera (a ellos y a los grupos que querían favorecer). Lo fundamental era informar a España de tal manera que aquélla fuera ratificada. Las decisiones se tomaban y fundamentaban como se esperaba que debía hacerse de acuerdo con los casos previos.
Pero también sucedía que los precedentes fueran opuestos. Era usual encontrar situaciones que habían sido resueltas en formas diferentes, sin que pudiera predecirse qué sucedería en el nuevo caso. La legislación era casuística, copiosa y contradictoria. El hecho es que el sistema, además de prolongado y costoso, generó frustraciones en las élites locales, que cada vez con mayor convicción creían que estaban en mejor capacidad de decidir lo más conveniente.
En consecuencia, el gobierno resultaba poco representativo. Por una parte, los más altos funcionarios, civiles y eclesiásticos, centrales y regionales, llegaban desde España, y había muy poca participación local y, por otra, las posiciones del gobierno municipal (y algunos otros cargos vendibles) estaban en manos de los ricos, quienes podían pagar los precios para adquirirlos.
Finalmente, el poder político se centraba en los Ayuntamientos de las grandes ciudades y en cuerpos como el Consulado de Comercio, que tenían jurisdicciones e influencias en territorios que iban mucho más lejos de sus límite citadinos.
El poder económico tenía una concentración que no coincidía con el poder político. Como ya se expuso en la sección II de esta obra, los grandes comerciantes de Santiago de Guatemala desempeñaron, desde el siglo XVI, un papel fundamental en la economía del Reino y obtuvieron parte esencial del poder político citadino.Esta élite se renovó constantemente por medio de la llegada de peninsulares que representaban firmas sevillanas y luego gaditanas.
Al lado de la élite mercantil estaba la agropecuaria, dedicada a la producción de bienes con valor comercial (fundamentalmente el añil como artículo de exportación, y el azúcar, el trigo y el ganado vacuno para consumo local), con haciendas no lejos de las grandes ciudades, ya que el único mercado realmente atractivo en cuanto a ganancias era el urbano.
En lo agropecuario tuvieron papel fundamental las órdenes religiosas, propietarias de grandes haciendas e ingenios, así como de capitales que las convirtieron en los principales prestamistas.
Sin embargo, la verdadera dirección del sistema económico la tenía la élite comercial de la ciudad de Guatemala, que controlaba la exportación del añil, mediante la fijación por ella misma de las calidades y de los precios y porque garantizaba la compra del tinte a los grandes cosecheros por medio de adelantos o préstamos (habilitaciones). También manejaba el lucrativo abasto de ganado vacuno para la capital, el cual llegaba en su mayoría desde Nicaragua y Honduras, y que dicha élite o sus asociados adquirían a bajo precio.
Ambos sistemas de comercialización generaron un gran resentimiento en las élites provincianas en contra de la capital y sus comerciantes, a quienes consideraban sus explotadores, especialmente en las dos primeras décadas del siglo XIX, que fueron de crisis, tanto para el añil como para el ganado. Los principales comerciantes de finales de
Los criollos provincianos deseaban `liberarse' de la sujeción y `explotación' en que consideraban que los tenían los mercaderes capitalinos. En cada provincia o intendencia había, a su vez, comerciantes y agricultores que deseaban ejercer directamente el poder que las firmas capitalinas tenían para todo el Reino. Aspiraban a alcanzar el poder económico que les negaban los comerciantes de la ciudad de Guatemala.
Deseaban exportar e importar directamente, sin tener que pasar por la capital, pues no era necesario.
En resumen, en el Reino de Guatemala, tanto en cuanto al poder político como en cuanto al económico, había desigualdades y mecanismos que resultaban inconvenientes.
Los criollos aspiraban a alcanzar el control de las decisiones sin embargo, los guatemaltecos querían que siguiera la centralización en la capital, mientras los provincianos deseaban que cada intendencia, a través de su principal ciudad, asumiera el gobierno provincial, por medio del cual se produciría, asimismo, el comercio directo, gracias a la liberación de su dependencia de la ciudad de Guatemala.
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