“La perla del Adriático”
Pura esencia croata, austera y medieval por excelencia,
situada en la costa dálmata y con un valor histórico insuperable.
Considerada perla del Adriático, fue fundada a mediados
del S VII por habitantes de Epidauro (antigua colonia
griega).
D U B R O V N I K
Y a esa enigmática ciudad, allá por el verano de 1989,
llegó este viajero ansioso de historia y magia. Y pronto... muy
pronto, sintió el profundo magnetismo del susurrar de su
mar, al contemplar desde la hermosa colina de Zarkovica,
cómo las rocas de su viejo casco, resisten el desgaste del
tiempo, y siguen navegando a través de los siglos. Después
de ver Dubrovnik le pareció estar mirando a ese amor que no
caduca junto al renovado asombro de la belleza.
Dubrovnik está circundada por una exuberante vegetación
autóctona, compuesta por aromáticos pinos y laureles,
estilizados cipreses y la fragancia de múltiples flores que,
junto con el penetrante olor a mar, constituyen el más
embriagador perfume de bienvenida.
Accedí a la ciudad a través de
uno de sus puentes y pude comprobar
con agrado la ausencia de ese
tráfico agobiante al que estamos
acostumbrados, así como la majestuosa
arquitectura de sus edificios,
con el toque de sobriedad característico
del estilo medieval que aún
perdura en ellos.
Nos cuenta la historia que no
vaciló el Emperador romano Diocleciano
en situar, allá por el año 305 d.
C. su residencia de descanso en pleno corazón de DALMACIA,
también el viajero Marco Polo (Venecia 1254-1324)
hijo de la isla KORCULA, según la tradición local- se inspiró
en su tierra natal al escribir sus bellos relatos del mundo
en el S XIII. George Bernard Shaw, a su vez se dejó maravillar
por la perla del Adriático. “Todos los que busquen el
paraíso terrenal que vengan a visitar Dubrovnik, escribió
emocionado el Nobel irlandés.
La importante fortificación del S X vigila pétrea el litoral
dálmata, desde lo alto de la torre MINCETA el color anaranjado
de los tejados de la antigua RAGUSA se mezclan con el
azul indescriptible del mar… siempre el mar.
Sus habitantes tienen algo entre misterioso y soñoliento,
con una particularidad que me llamó mucho la atención:
la complejidad y la variedad de sus lenguas, que la hacen
equiparable al bíblico episodio de la Torre de Babel.
Servios, croatas, eslovenos o macedonios, todos conviven
dentro de un ambiente comercial, a través de sus múltiples
Bazares y puestos callejeros, donde podremos encontrar
desde el típico calzado bosnio o servio a los magníficos
cuadros naif de pintores locales, las excelentes bandejas
de cobre repujado o las maravillosas licoreras de cristal
tallado a mano.
En este ambiente multicolor, me impresionó sobremanera
la crispación en el rostro de los hombres, y las miradas
vacías de los niños, carentes de ilusión, como presagiando
lo que se avecinaba. Todo ello me hizo pensar en lo
difícil que sería la convivencia aquí, con esa variedad de
idiomas, culturas y religiones.
Al día siguiente, partí de la bonita bahía de CAVTAT, en
un lujoso velero, que tenía como destino las maravillosas
islas ELAFITAS, donde pude disfrutar de sus bellísimas
calas de aguas transparentes y cristalinas.
Y no podía faltar la visita al jardín botánico, ni el desplazamiento
a las históricas poblaciones de STON y TRISTENO,
ni hacer una parada en el hermoso valle de las BISTRINAS,
con su conocido criadero de ostras y otros espléndidos
mariscos, del que dicen los gastrónomos que son
únicos en el mundo.
Tras varios días de esparcimiento en la bahía de Cavtat,
volví a la vieja Dubrovnik. Al cruzar el umbral de su recinto
amurallado, una extraña sensación se apoderó de mí: era
como si estuviese contemplando el S. XVI estático, bajo la
mirada implacable del tiempo.
La ciudad presenta todavía a pesar del seísmo de
1667, monumentos de todas las
épocas y todos los estilos a excepción
del bizantino que jamás ha sido interpretado:
capillas prerrománicas,
conventos franciscanos y dominicos
románico-góticos, fuentes y palacios
gótico-renacentistas o renacentistas,
especialmente el palacio de los rectores
y de Sponza, que contenía las
aduanas y que todavía por este motivo
se llama Divona; por último, Catedral
e iglesia de San Blas de época
Barroca.
Caminé por sus estrechas calles de marmóreo suelo,
bajo un despejado cielo de cristal. Llegué a la armónica
plaza de GUNDULIC, con su típico mercado y los viejos
techos de sus casas, en las que destacaban sus genuinas
chimeneas.
Continué mi paseo y me detuve unos instantes a escuchar
el rumor del agua en la bellísima fuente de San
Onofrio, que en época pretérita abastecía a la ciudad, y hoy
constituye punto predilecto de encuentro de la juventud.
Mi recorrido turístico incluyó la visita a sus edificios principales:
El Monasterio Franciscano, con su maravilloso claustro
y su excelente biblioteca, con su abundante número de
antiguos manuscritos. En este lugar se encuentra la tercera
farmacia más antigua de Europa que data del año 1317.
Y por supuesto no podía faltar la visita al lujoso Palacio
del Rector, así como el bien cuidado Palacio de SPONZA,
con la perfecta simetría de sus arcos.
Concluí mi visita admirando desde un privilegiado
lugar, la inexpugnable, emblemática y monumental Torre
de Minceta.
A la hora del lubricán, regresé fascinado por todo lo
visto, especialmente por la intensa impregnación que de la
historia se alberga en su fastuoso conjunto monumental,
dejando grabado en mi corazón su latir, y su alma en mi
recuerdo.
Y después de muchos años sigo evocando lo vivido en
la bellísima perla del Adriático.
José Manuel Pozo Indiano
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