“Pensamientos que echan raíces en los arriates del alma” (el yo eterno)
Para apreciar y disfrutar de ese lirismo que acumula el
alma de la ciudad hay que pasearla como viajero enamorado entre
la arboleda perdida de una tarde otoñal, con aromas de hoja seca
y sintiendo el calor de las castañas asadas. Hay que… mirar la
acuarela de su fisonomía que además en este caso nos permite no
sentirnos solos y percibir la sensación de cómo Pucela nos cobija
al abrigo del latir de su historia, sí, esa historia grande que da vida
a las piedras frías de la memoria… y que me llevan al rigor en
volandas de la dicha para moldear en el alfar de la palabra un
canto en su honor.
Y de la casa donde vivió Cervantes a la casa donde falleció
Colón.
Ahora estamos en la calle, hace
frío para helar más aun el mármol,
pero la calle se hace luz, flor, gloria….
viene acercándose una dama,
una mujer, que, rompe la indiferencia
con un pucelano y sensual mascarón
de proa, que dividirá en dos el
oleaje del frío aire, y da paso a un
extraño escalofrío. ¿Dónde estaba
esa hermosura; bajo que telas?. El
frío celoso la tapaba con buenos
paños, corte de paños, suerte de
paños, que hechuras, que percha,
que busto para las bellas artes –
siempre deseado- , la calle vuelve la
cara a su paso perfecto, la calle se quedó mirando como se iba
alejando aquella diosa carnal de un espejismo urbano, después de
disfrutar de tan estupendo paisaje… con andar de paso quedo llegamos
a la casa donde murió Colón, y claro que me interesé por
el origen de esa Casa Museo, para poder contarlo; sabéis, porque
está escrito, que Valladolid fue asiento preferente de la Corte hasta
1606, fecha en que ésta se trasladó a Madrid. En la antigua capital
residía la Chancillería Real y se archivaron los documentos
oficiales, origen del Archivo General de Simancas.
Los Reyes Católicos residían frecuentemente en Valladolid,
por lo cual muchas de las gestiones de importancia histórica se
llevaron a cabo en esta capital, adonde Colón vino y donde le sorprendió
la muerte el 20 de mayo de 1506. Sobre los restos de una
vieja casa, que formaba parte de los jardines de las religiosas salesas,
se decidió en 1965 construir de planta totalmente nueva el
edificio Casa-Museo de Colón, a imagen del palacio virreinal que
Diego Colón levantara para residencia de su familia en Santo Domingo.
Es de estilo gótico-isabelino, con una fachada de arcadas
rebajadas, sobre la pared lateral se encuentra una lápida con el
busto del Almirante y la leyenda “aquí murió Colón”, colocada
hace más de un siglo, junto con un monumento a la Santa María
y un busto dedicado a la memoria del vallisoletano Ponce de
León, conquistador de Puerto Rico y descubridor de La Florida.
En la Habana y más concretamente en el Floridita, el historiador
Constantino Pupo me contó que el rancio linaje de los
Ponce de León, con el paso de los años se fue deformando hasta
declinar en el actual apellido Pupo.
También hay que significar que los frailes mercedarios, primeros
en llegar a América, eran de la provincia de Valladolid, y
consta documentalmente que acompañaron al gran Almirante en
el segundo de sus viajes.
Tras estos comentarios llegamos y pasamos al Museo que se
centra en los escenarios por donde transcurrió la vida del Gran
Almirante, mostrándonos una visión múltiple del personaje:
Colón como hombre, marinero, descubridor, diplomático, negociador,
comerciante, etc. Vida y geografía que igualmente nos facilitan
encuadrar, en otros planos del contenido, el contexto
histórico en que se desenvolvió Colón y en el que fue posible que
llevara a cabo sus viajes. Senderos que nos permiten apreciar el armazón
intelectual y técnico del que
se valió para su aventura.
No puedo olvidar que cada primavera
Valladolid se viste de colores.
Los de una pasión única que
ilumina sus calles con los tonos de
los cofrades, los caperuces, los
pasos… Semana Santa declarada
de interés turístico internacional.
La sobriedad de la mano del arte,
silencio espeso, sombrío, doliente
que encubre y arropa una honda
emoción popular de recogimiento,
conciencia íntima y dolorosa del
gran sacrificio.
Entre lo religioso y artístico esta manifestación proporciona a
los creyentes un gran motivo para la reflexión.
Dejó escrito Sócrates: “el saber es la parte principal de la felicidad”,
luego no cabe duda que después de este amplio recorrido
por las arterias de la historia hay que sentirse satisfecho. En esto hicimos
un último alto en un bar de la clásica calle Correos, lugar de
obligado cumplimiento para tapear y reponer energías antes de la
partida, y entre exquisitos y gustosos pinchos y un buen vino de la
tierra, pregunta mi morigerada amiga. - Dime: ¿qué te llevas de
este viaje? a lo que respondo, por supuesto tu exquisita, generosa
y muy entrañable compañía; los testimonios de la historia, el latir
vibrante del arte, el irrepetible y fascinante conjunto monumental,
todo en definitiva, verás, hace algunos años tras profunda reflexión
llegue a la conclusión de que somos tiempo de caminar por las
calles de la vida, y la vida tiene una dimensión que trasciende interiormente.
Veinte, treinta, cincuenta, sesenta … años “tempus
fugit” (en el buen decir del historiador Salvador González Morgado),
y ese transcurrir hay que vivirlo con pasión o según el criterio
y guión de cada cual, porque somos el tiempo que nos queda.
En tanto en cuanto sonríe mi entrañable amiga, y no debemos olvidar
que uno de nuestros grandes patrimonios es el sentido del
humor, Quevedo dijo que sonreír es la forma de ser libres.
Y después de esta recogida y profunda reflexión sólo me
queda despedirme del escenario y de sus principales actores (Benlliure,
Zorrilla, Gregorio Fernández…). ¡Qué irresistible atracción¡
José Manuel Pozo Indiano
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