Antonio Pozo Indiano
La leyenda del buque San Telmo es
tan oscura y cruel que su misterio arranca incluso antes de que su sino se malograse
en mitad del hielo. Dicen que en Cádiz lo conocían como “el navío negro” y que
cuando partió, el 11 de mayo de 1819, el brigadier Rosendo Porlier solo pudo
exclamar a un amigo: “Adiós Francisquito, probablemente hasta la eternidad”.
Tres meses y dos días después, Porlier y los otros 643 hombres a bordo
del San Telmo desaparecieron en la Antártida. Quizás
descubrieron ese continente por accidente, pero no vivieron para contarlo.
Rosendo Polier
Más allá de la tempestad que lo dejó sin gobierno, el
buque fue víctima de la paupérrima situación de la Armada española a principios
del siglo XIX, bajo los designios de Fernando VII. A la vez, se convirtió en
musa de escritores románticos que encumbraron su combinación de mala fortuna y
heroicidad como paradigma de la España del momento. Dos siglos después de su
infortunio, la exposición En memoria del 'San Telmo'. El navío desaparecido en el
hielorecuerda su trágica historia en el Museo Naval de San
Fernando, en este caso, como recuerdo a unos desaparecidos mayoritariamente
anónimos.
"Queremos homenajear a esos hombres que fallecieron a
su suerte", dice Alicia Vallina, comisaria de la muestra y directora
técnica de la institución. Con ellos se perdió casi la mitad de los 1.400
hombres que integraban la División del Mar del Sur, una escuadra que partió de
Cádiz hace ahora 200 años con la intención de llegar a Perú. Estaban llamados a
sofocar los primeros conatos que finalmente acabaron en la independencia del
país en 1821, dos años después. Junto al San Telmo, un navío
de 74 cañones construido en Ferrol, en 1788, viajaba el Alejandro I y
dos fragatas, la Prueba y la Primorosa Mariana.
Pese al despliegue de buques, la división parecía abocada
al fracaso ya antes de partir. "La situación de la Corona y de la Armada
era desastrosa", recuerda Vallina. Las colonias americanas comenzaban a
estar inmersas en insurrecciones de independencia, mientras Fernando VII
restablecía el absolutismo. A su vez, la mala situación de la flota llevó al
Estado a comprar al zar ruso una remesa de buques de dudoso estado de
conservación, entre los que se encontraba el Alejandro I. De
hecho, este navío tuvo que volverse a Cádiz a mitad del viaje por distintas
averías.
Ni siquiera hubo voluntarios para comandar a
la División del Mar del Sur y,
tras varias negativas, la misión recayó en el resignado brigadier Rosendo
Porlier, un destacado marino de origen limeño que ya había participado en la
batalla de Trafalgar (1805). Él era uno de los 644 que viajaban a bordo
del San Telmocuando un
temporal les sorprendió a la altura del cabo de Hornos (Chile). Las otras dos
fragatas dejaron constancia de cómo unas averías en el timón, verga mayor y
tajamar dejaban sin gobierno al navío. El 2 de septiembre de 1819, pierden de
vista al San Telmo mientras
se acercaba peligrosamente a las costas heladas de la Antártida.
Ese día termina la realidad del buque y nace el
misterio del San Telmo. De los
644 tripulantes nada más se sabe y en España se asume la pérdida como un
desastre más. Con todo, pasarían casi dos años hasta que se firma la Real Orden
del 6 de mayo de 1822 por la que se reconoce muerta a toda la dotación. Era lo
que las viudas pedían —cuyas cartas están presentes en la muestra— para poder
acceder a sus pensiones. Con todo, solo las viudas de los oficiales —algo más
de una decena— pudieron acceder a estas ayudas. Del resto de fallecidos
"no se saben ni sus nombres", explica Vallina.
Fernando VII
La cercanía del San Telmo a la Antártida hace pensar que el buque
debió de quedar encallado en tierra y que sus ocupantes acabaron pereciendo de
frío y de hambre. Una constancia documental da pistas de ello. Apenas un mes y
medio después de la pérdida, en octubre de 1819, el capitán mercante británico
William Smith desembarcó en el continente y pasó a la historia como su
descubridor. En una nueva expedición meses después, llegó a la parte norte de
la hoy conocida como isla de Livingston y encontró restos de un navío español y
de animales muertos por mano del hombre.
Smith guardó silencio, pero otro capitán que le
acompañaba, Robert Fildes, sí dejó constancia de ello. También lo dejó escrito
el explorador inglés James Weddell que, en su obra Un viaje hacia el Polo Sur, realizado en los
años 1822-24explica cómo encontró varios vestigios de un buque
"de 74 cañones, que es probable sean los restos de un buque de guerra
español perdido desde 1819, cuando hacía tránsito hacia Lima".
De forma paralela, la leyenda del San Telmo creció con los años
y se extiende la historia, supuestamente transmitida por un viajero que pasó en
un buque por la zona años después, desembarcó y descubrió restos congelados de
parte de su tripulación. La revista Marina
Española refiere el caso en 1867. Antonio San Martín lo amplía
y lo novela en Glorias de la Marina Española.
Episodios Históricos(1883). Pío Baroja vuelve sobre él en 1934, en
el relato El final del navío 'San Telmo'.
En cada nueva versión, cambian los supuestos
actores que descubrieron el barco y el relato de lo que vieron. Algunos hablan
de cadáveres apilados, otros de un tripulante fallecido junto a su fiel perro.
Lo único constatado es la expedición que, entre 1993 y 1995, realizó la Universidad
de Zaragoza junto a investigadores chilenos en el cabo Shireff. Allí, el
catedrático Manuel Martín Bueno localizó restos de suelas y maderas que datan
de la fecha del San Telmo y
que, hasta agosto de este año, se exponen en la muestra. "Retomar el proyecto
con medios de ahora quizás podría permitir averiguar más", reconoce
Vallina.
DIARIO EL PAIS
HEMEROTECA DEL CONDE YNDIANO DE BALLABRIGA
Cuida tú Salud Naturalmente
“ LA GUAYABA”
No es de extrañar que a la guayaba se
le llame una "súper fruta." En comparación con la misma cantidad de
piña, la guayaba contiene 30 calorías más por porción, pero tres veces más de
proteína y más de cuatro veces en fibra. Toda esa fibra convierte la guayaba en
un gran "regulador”, mientras que al mismo tiempo ayuda a proteger el
colon, reduciendo el riesgo de toxinas causantes de cáncer y el acumulo de
químicos; la fibra se liga a las toxinas y ayuda a eliminarlas del cuerpo.
Mientras que las piñas proporcionan
131% del valor diario de vitamina C por cada porción, las guayabas ofrecen un
628%. La guayaba se debe comer con la piel, como una manzana,
impartiendo concentraciones aún más altas de vitamina C. Comer frutas ricas en
esta vitamina ayuda al cuerpo a desarrollar resistencia a la infección,
incluyendo las enfermedades infecciosas, mientras que remueve los radicales
libres que pueden causar enfermedades graves.
Las guayabas contienen: vitamina A
(21% del valor diario), esencial para mantener las membranas mucosas y la piel
saludable; ácido fólico (20%), ideal para las mujeres embarazadas para ayudar a
prevenir defectos del tubo neural. Los flavonoides incluyen el beta-caroteno
(un conocido inhibidor de cáncer); licopeno, que en las guayabas rosas se ha
encontrado que protege la piel contra los rayos UV y ayudar a prevenir el
cáncer de próstata; luteína y criptoxantina, ambos antioxidantes. Las guayabas
también contienen potasio – incluso más que un plátano por
porción - es importante por su papel regulador de la presión arterial y del
ritmo cardíaco.
Cantidades más pequeñas de otras
vitaminas en la guayaba también merecen mención: el ácido pantoténico, niacina,
vitamina B6 (piridoxina), vitamina E y K, y los minerales magnesio, cobre, y
manganeso, este último provee la enzima superóxido dismutasa.
Sin embargo, deben consumir las
guayabas con moderación ya que contienen fructosa, que podría ser perjudicial
para su salud en cantidades excesivas.
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