Cuida tu salud naturalmente.

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Conde Indiano

martes, 3 de junio de 2014

Cáceres “Eres como el sueño de una noche romántica en la oscuridad,en ti parece que la vida no quiso cambiar de edad”. José Manuel Pozo Indiano.

La cigüeña contemplaba en su torre
ausente del tiempo, el gris cielo,
alando sus húmedas alas
esbozando siluetas de silencios.
Solitaria mirada perdida
arrogancia de profunda libertad,
en su nido observando la vida
sobre el tejado de la “Iglesia de San
Juan”.



Y tus estrechas calles vacías
de austero y empedrado suelo,
evocaban entre viento y lluvia
el pasado incierto de otros tiempos.
Que al pasar “El Arco de la Estrella
y al comenzar de nuevo el caminar,
retornaba el pensamiento a la época
que dejó su huella en este lugar.



Misteriosa y reservada ciudad
que escondes en ti, por dentro
la maravilla de una realidad
forjada de historia y esplendor eterno.
Eres como el sueño de una noche
romántica en la oscuridad,
en ti parece que la vida
no quiso cambiar de edad.




Porque la hiedra arropa tus fachadas,
porque tus balcones asoman con recelo,
porque en cada rincón y cada esquina
permanece el lenguaje de tus dueños.




Escudos heráldicos en tus puertas
ventanas chiquitas guardan la intimidad,
de lo que entonces fue tu realeza
signos de otra sociedad.




Eres hoy en el ayer,
pasado en el mañana,
cultura imprimida en piedra
y fantasía en la nostalgia.
Dónde Dios también puso su mano,
creándote tan hermosa y singular,
que sólo tú podrías llamarte Cáceres,
y ser patrimonio de la humanidad.






Unos días espléndidos disfrutados al
ritmo de las pulsaciones de las piedras,
que también tienen un modo de latir en la
historia y en el arte. Una trufa de sentimientos,
pellizcos y emociones, un pasado
de año sobre año en el retrovisor de
los recuerdos. Sensaciones que están ahí,
esculpidas en la memoria, en el silencio
quedo, en la evocación insomne del latir
del corazón, en la morada del alma donde
ya habitan: La sobria Torre de Bujaco; que
al igual que Sevilla se enorgullece de la
Giralda o Badajoz de la Torre de los Espantaperros;
para los cacereños la Torre
de Bujaco es algo consustancial con su
ciudad. Todo un símbolo que centra,
afirma y preside la historia de la ciudad
en presencia del Arco de la Estrella,
puerta de callada piedra.



Cuentan que la calle Ancha fue el
asiento del Cardus Maximus de la vieja
colonia romana, que bien pudiera llamarse
de los Ulloa, pues a su final y a la
derecha haciendo esquina con la admirable
plazuela de San Mateo alzó su casa
solariega Sancho Sánchez de Ulloa (Marqueses
Señores de Torreorgaz), linaje que
fundó el hospital de caballeros peregrinos
a finales del siglo XV y donde figura como
no podía ser de otro modo el pétreo escudo
heráldico de la familia Ulloa.



Y de esta guisa, tras ver la bella casa
del Mono salimos para afrontar el último
tramo de la cuesta de Aldana. En el Altozano
encontramos lo que fue solar de los
Aldana, de su arquitectura primitiva poco
queda, un escudo con las cinco flores de
lis, emblema del linaje, una reja de rigurosa
simetría y un ajimez macizado de lítico
silencio.


Nos sorprende la casa de Sánchez Paredes,
su heráldico emblema es partido
con banda engolada (Sánchez) y las ya
conocidas siete letras de los Paredes.
Bajo el escudo la inscripción “non habemus
hic civitatem manentem sed futuram
inquirimus” (no encontramos aquí una
ciudad permanente sino que buscamos la
eterna), frase digna de meditación.




El arco del Cristo en otro tiempo denominado
Puerta del Río, en esta sinfonía de
silencios y plazoletas enlazadas llegamos
a la de las Veletas. A través de la calle
Orellana accedemos a uno de los rincones
más evocadores del Cáceres antiguo,
el que forman la del Sol, la del Águila, la
torre de los Sande y el ábside del templo
de San Mateo.

Y más, más cosas, como quedar extasiado
en el templo de Santa María, y dentro
de él, ante el portentoso Retablo
Mayor donde Roque Balduque y Guillén
Ferrant entre los años 1549 y 1551 supieron
expresar y tallar con gran acierto el
conjunto arquitectónico en madera de
cedro. Legándole a Cáceres una página
primorosa de su arte, con escenas majestuosas
como “los desposorios de San
Joaquín y Santa Ana” o “la Anunciación”,
donde Roque Balduque con exquisita delicadeza
supo plasmar la sorpresa de la

Virgen María al reconocerse elegida. Toda
una maravilla de retablo donde no se
sabe si admirar el conjunto o los detalles.


El poder de las imágenes es el alma del
latir de un marco que nos traslada imaginariamente
a evocar aquella España indiana
que no conocimos, sí, aquella España
donde en más de cuatro siglos jamás se
puso el sol …, por eso hay que andarla con
cadencia -como mi amiga María de los Ángeles–
acariciando el suelo en cada paso, y
veréis, parece que la ciudad os espera sosegada,
austera, brillante… en esto hacemos
un alto para tomar un licor de bellota
–el agradable beso extremeño que nos
dejó en el paladar un regusto tan íntimo
como el de un amor secreto. Museo vivo y
abierto magnetismo auténtico en el pardo
de la piedra donde si el día es de niebla tienes
la sensación de que en cualquier instante
puede aparecer con capa y
chambergo uno de aquellos personajes de
nuestro siglo de oro.

Ranciedumbre donde duerme el tiempo
entre torres albarranas, casonas con escudos
heráldicos de antiguos linajes, inefables
encantos del adarve y nidos de
cigüeña _

22José Manuel Pozo Indiano   





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