Marta, la campesina huérfana
que se convirtió en Catalina, la primera emperatriz de Rusia
Durante buena parte del siglo XVIII, el poder en el Imperio ruso recayó en las mujeres. La más famosa de todas las gobernantes fue Catalina la Grande, emperatriz ambiciosa e implacable que revitalizó el país y lo empujó a la modernidad durante sus más de tres décadas en el trono. Pero ella fue la segunda de las zarinas con ese nombre. La historia de Catalina I de Rusia es mucho más breve y desconocida, aunque también contiene episodios dramáticos y fascinantes.
Lo más llamativo de su biografía es que logró
convertirse en la segunda esposa de Pedro I el Grande y
en emperatriz en solitario tras la muerte de su marido habiendo nacido en el
seno de una familia campesina de la región báltica,
probablemente Lituania. Nacida originalmente como Marta Skavronskaya (1684-1727), sus padres fallecieron
por la plaga cuando tenía tres años y fue
criada por un pastor luterano en Marienburg, la moderna Alūksne, al oeste
de Letonia.
Marta se casó a los 17 con un soldado sueco que servía
en la ciudad. Pero esta plaza fue asediada y conquistada por las tropas rusas
del mariscal de campo Borís Sheremétev durante la Gran Guerra del Norte (1700-1721). La joven fue
hecha prisionera, y al principio vivió en la residencia del militar, para
posteriormente ser enviada a la de Alexander Menshikov, uno de los más
cercanos confidentes del zar Pedro I. Ambos se cruzarían allí por primera vez y
poco después comenzaron a ser amantes.
El zar ruso estaba para entonces infelizmente casado
con Eudoxia Fiódorovna Lopujiná, de quien se terminaría
divorciando y a quien
enviaría a un convento. Marta fue bautizada
en la religión ortodoxa en 1703 con el nombre de Catalina Alekseyevna. A partir
de 1709 empezó a acompañar a Pedro I en sus habituales viajes y campañas. El
matrimonio, que tendría once hijos, la mayoría muertos a una edad muy temprana
-uno de los que logró prosperar fue Isabel I, futura
emperatriz-, se materializó en 1712.
Pedro I transformó, mediante unos métodos cuando menos
despóticos, a un reino medieval atrasado en una potencia moderna con la
categoría de imperio. La Rusia imperial nació en 1721 y Catalina I se convirtió
así en la primera emperatriz rusa de la historia. A principios
de 1725, tras la muerte del emperador sin haber designado sucesor, la antigua
campesina ascendió al trono apoyada por algunos de los hombres más poderosos
que habían rodeado a su marido.
Ese es el punto de partida de La zarina (Grijalbo), la primera novela histórica
de la periodista keniata Ellen Alpsten. La
ficción, de ágil lectura y que trata de reconstruir desde los placeres de la
aristocracia rusa hasta los rituales de la Iglesia Ortodoxa, arma un entramado
de conspiraciones, luchas
intestinas por el poder y muchas escenas
de sexo. Porque aunque tenga visos de cuento de hadas, la biografía de Catalina
I -al menos la que se novela en el libro- ofrece todo lo contrario.
Algunos registros históricos aseguran que la
emperatriz, debido a su escasa educación, prestó poca atención a los asuntos de
Estado. Lo que hizo durante sus dos años de gobierno -murió en 1727, nombrando
a heredero a uno de sus nietos, el futuro Pedro II-
fue mantener las políticas de su marido. Redujo el presupuesto del ejército, en
ese momento uno de los más numerosos de Europa, que hacía temblar las arcas
rusas, y creó el Consejo Privado Supremo, un organismo que
adquirió muchas de las funciones administrativas que hasta entonces había
tenido el Senado.
Catalina fue la primera mujer que gobernó la Rusia
imperial, abriendo el camino legal a un siglo dominado casi en su
totalidad por mujeres, incluyendo a su hija Isabel y a su nieta
política, Catalina la Grande. En San Petersburgo dejó un importante legado
arquitectónico en forma de puentes y la ciudad de Ekaterimburgo fue así
nombrada en su honor.
DIARIO EL ESPAÑOL
19-2-2021
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En nuestra visita a Cazalla de la Sierra ( Sevilla)
RESTAURANTE LA POSADA DEL MORO
Es el restaurante del hotel La Posada del Moro.
Comimos en la terraza del restaurante con vistas al jardín y a la fuente, un
gustazo. El servicio fue magnifico, Sandra nos atendió a las
mil maravillas y nos aconsejo muy bien. La carta combina el producto local con
un toque marroquí. Me gustó mucho la cantidad de platos con verduras que tiene
en la carta, ya bien sea como plato único o como acompañamientos.
¿Que probamos?
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de venado con una reducción de tomate
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rebozadas a la miel (quiero la receta, están de muerte)
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de cardo con ajo y pimentón
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con salsa de frambuesa
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al marroquí
· Postre: Flan
casero y yogur casero con miel y chia
Berenjena a la miel
Pollo al marroqui
Venao con salsas de frambuesas
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