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Conde Indiano

jueves, 21 de febrero de 2019

¿QUÉ FUE DE LA RENTA BÁSICA?








Antonio pozo yndiano
FINLANDIA BAJABA EL PASADO MES DE ENERO DEFINITIVAMENTE LA PERSIANA DE SU COQUETEO CON LA POSIBILIDAD DE UN SALARIO UNIVERSAL E INCONDICIONADO. LOS PROMOTORES DEL EXPERIMENTO CREEN QUE NO SE LE HA DADO EL TIEMPO SUFICIENTE PARA SACAR CONCLUSIONES VÁLIDAS, PERO EL GOBIERNO NO ESTÁ POR LA LABOR DE SEGUIR EXPLORANDO ESA POSIBILIDAD Y HA DECIDIDO PASAR PÁGINA

"¿Qué hará la gente si se le da dinero sin condiciones?", se cuestionaba el experto finlandés Olli Kangas. "¿Trabajará más, al no tener estrés económico? ¿Se tomará días libres para cuidar a sus padres ancianos? ¿O acaso se volverá perezosa y acabará pasando el día en los bares? Para ser sinceros, no lo sabemos, pero a partir de ahora obtendremos al menos algunos datos".

Es lo que el director de relaciones públicas del Instituto Nacional de la Seguridad Social de Finlandia, más conocido por sus siglas en finés como Kela, se preguntaba hace dos años. Kangas ha sido el encargado de dirigir el experimento más interesante y ambicioso de cuantos se han puesto en marcha en el mundo en torno a la renta básica. Y era un Gobierno conservador, en un país de intachable referencia mundial como Finlandia, el encargado de sacarlo adelante. El mundo entero miraba hacia ellos con una mezcla de curiosidad, inquietud y envidia.
Pero esos datos, que Kangas prometía hace dos años y que nos iban a arrojar luz sobre cómo se comporta un hombre que tiene un sustento garantizado sin necesidad de hacer nada para mantenerlo, siguen hoy en la oscuridad.

Dos años y un experimento después, Finlandia bajaba este enero definitivamente la persiana de su coqueteo con la renta básica. Kangas y otros defensores del proyecto creen que no se le ha dado el tiempo suficiente para sacar conclusiones, pero el Gobierno finlandés no está por la labor de seguir explorando esa posibilidad. Y ha decidido pasar página.
Las conclusiones esperadas, esos datos aludidos por Kangas, no se han compartido aún. Y puede que tarden en ver la luz. En principio se iban a hacer públicos en diciembre; luego a principios de 2019, más tarde se habló de primavera... Y ahora parece que quieren retrasarlos todavía más, hasta fin de año. La Kela no parece tener claro qué contar al mundo sobre su apasionante experimento.

GANAS DE SABER
Pero vayamos por partes. ¿Qué ha hecho exactamente Finlandia y por qué parece ahora querer ocultar sus resultados? Entre enero de 2017 y diciembre de 2018, Finlandia ha estado entregando mensualmente 560 euros a 2.000 desempleados elegidos al azar. Todos con edades comprendidas entre los 25 y los 58 años. La renta recibida, libre de impuestos y no condicionada, se ha mantenido de forma invariable pasara lo que pasara con los beneficiarios. Es decir, no la han perdido aunque hayan encontrado trabajo, hayan quedado incapacitados o hayan, por poner un ejemplo extremo, heredado millones.
¿El objetivo? Según explicaba el director del programa, saber si una renta básica universal (RBU) puede "incentivar el empleo y simplificar la maquinaria de la Seguridad Social". Fue un compromiso que el primer ministro finlandés, Juha Sipilä, abrazó desde el primer momento, a pesar de la fuerte contestación interna, incluso en su propio partido, por las dudas sobre su utilidad y coste. Pero él no zozobró y el mundo aplaudió la audacia. Había ganas de saber.

Como tal, el experimento finlandés no era una verdadera RBU. Para serlo no debería haberse dirigido exclusivamente a un segmento de la sociedad, en este caso parados de determinada edad, sino que debía haberse entregado de forma generalizada, incluyendo cualquier estrato social o rango de edad posible. Pero era un punto de partida. Tal vez el más interesante. El objetivo del Gobierno no era quedarse ahí. En enero de este año estaba previsto pasar a la fase dos, ampliando la base y el tipo de beneficiarios. Esa fase nunca ha llegado.
Justo antes del verano pasado, el Ejecutivo de Sipilä pareció perder repentinamente el interés por el proyecto. Y aunque permitió que la primera fase concluyera en el plazo previsto, diciembre de 2018, ya anunció que la segunda fase no iba a entrar nunca en vigor. Tampoco dijo por qué. Le bastó con explicar que iba a "explorar otras vías" para garantizar la sostenibilidad de la Seguridad Social.

Fue un auténtico jarro de agua fría para quienes, como Kangas, creían en el proyecto. Consideraron que no se les había dado el tiempo suficiente para probar nada y que, aunque habría de esperarse para conocer el informe final del experimento, varios de sus conejillos de indias habían manifestado claramente que la renta básica les quitaba ansiedad a la hora de buscar empleo y que era positiva para ellos.
La cuantía tampoco era alta. De hecho los 560 euros que se dieron a esos 2.000 desempleados quedaban lejos de los 1.190 euros que marcan oficialmente el umbral de la pobreza en Finlandia. Pero nada ablandó el corazón del Gobierno. El experimento se ha dado por muerto.
El funeral del experimento finlandés ha llegado a España en un momento en el que el debate sobre si es aplicable una renta similar en nuestro país parece haber pasado a un segundo plano o incluso haber desaparecido de la agenda política, a pesar de que el presidente Pedro Sánchez aludió a él en su reciente comparecencia en el Foro de Davos como un experimento a tener en cuenta a efectos de reducir la desigualdad rampante, a su juicio, en los países desarrollados y combatir al mismo tiempo los brotes de populismo político.
Hace menos de dos años, todos los partidos defendían en mayor o menor medida modelos de renta (aunque no universal) para nuestro país: Podemos era el que iba más lejos, con una cuantía de hasta 622 euros al mes para todos, equivalente al 88% del salario mínimo interprofesional (SMI) antes de la subida de este año. Además, quería que se reconvirtiera en una especie de complemento salarial para quienes cobrasen menos de 957 euros mensuales.
El debate hoy parece haber caído en un segundo plano en la formación de Pablo Iglesias y hace meses que este asunto no centra sus discursos a nivel nacional. Han pasado a rentabilizar iniciativas más efectistas a corto plazo, como la subida del SMI, y menos utópicas como la implantación de una renta básica. Eso sí, en algunas comunidades siguen dando la batalla. La última ha sido en Extremadura.
También el PSOE, hoy en el Gobierno, defendía hace dos años una renta de unos 430 euros al mes para todos los residentes en España de entre 18 y 65 años, que llevaran más de un año en situación de desempleo y que no ingresaran más del 75% del SMI al mes. Y se le sumaría, según su propuesta, un complemento que sería mayor o menor en función de diversos factores, como los familiares que estuvieran a su cargo o su nivel de pobreza. Esta renta se enmarcaría, según el partido de Sánchez, en el grueso de prestaciones de la Seguridad Social y sería compatible con otras ayudas, por ejemplo las autonómicas. Según sus propios cálculos, muy optimistas a ojos de los expertos, costaría unos 6.500 millones.
FRANCOTIRADORES
El PP dejó claro en el Congreso, cuando llegó la iniciativa legislativa popular que propugnaba una renta mínima de 426 para personas sin recursos (un tipo de prestación que ya ofrecen las comunidades), que sus dudas sobre este tipo de rentas radican, sobre todo, en su imposibilidad de financiación. La diputada popular Susana López Ares consideró además durante el debate que podría producirse un efecto llamada si algo así se instauraba en nuestro país y precisó que su formación no era la única que temía un desenlace similar. Aludió al autor de la ponencia económica del PSOE, José Carlos Díez, quien solo unos días antes había manifestado en televisión que si se instauraba un renta básica en España "no vale con el muro de Trump, haría falta poner francotiradores en la frontera".
Sea como sea, al debate sobre las bondades o los devastadores efectos para las cuentas nacionales que tendría una RBU le siguen faltando datos. Esos datos que prometía Kangas hace dos años y que Finlandia está retrasando en publicar. ¿Por qué? Probablemente, temen los expertos, porque hayan resultado poco concluyentes. Es muy difícil cuantificar intangibles como la motivación a la hora de buscar trabajo en un muestreo de apenas 2.000 ciudadanos. Seguramente Kangas tenía razón y haría falta más tiempo, más dinero y más beneficiarios para sacar conclusiones precisas. Pero Finlandia ya no quiere ser el laboratorio del mundo. A otra cosa.
POR MARCOS IRIARTE
Actualizado: 20/02/2019 11:44 horas
DIARIO  EXPANSION



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