Antonio Pozo Indiano
La historia borrada
por la Leyenda Negra de las mujeres que acompañaron a Cristóbal Colón a América
La mitad de las mujeres que emigraron eran andaluzas, un 33% castellanas y
un 16% extremeñas. Además, la mayoría eran solteras, el 60%, muchas con hijos,
que vieron en América una oportunidad de alejarse del enclaustramiento familiar
Se
calcula por los registros de la Corona que en el siglo XVI 45.327 colonos
llegaron a América, de los cuales hasta 10.118 eran mujeres.
Su
historia es poco o nada conocida, a pesar de que entre estas valientes se
encuentran biografías tan asombrosas como la de Inés de Suárez, con un importante
papel en la conquista de Chile, o la de una superviviente del calibre de Mencía Calderón, esposa del
adelantado del Río de la Plata, que a la muerte de su marido se hizo cargo
de la expedición por este territorio.
El
olvido se debe a la leve memoria de los españoles y, sobre todo, a la alargada mano
de la Leyenda Negra, que ha difuminado
su presencia para que los violentos y sádicos conquistadores no parezcan
demasiado humanos. En el imaginario popular, los británicos que
llegaron a América siguen siendo pacíficos y familiares colonos (palabra de
raíz griega que significa labrador), mientras los españoles fueron sádicos
colonizadores (palabra procedente de imperialismo, un fenómeno propio del siglo
XIX) en busca de oro y sexo.
El tercer viaje de Colón
El
30 de mayo de 1498, Colón partió al frente de una flota de seis barcos en lo
que fue su tercer viaje al Nuevo Mundo. Una vez en
América, la situación que encontró en Santo Domingo era de alboroto, sedición y
con centenares de personas enfermas de
sífilis. A pesar de todo, el representante castellano pasó de largo y se fue a
buscar oro en nuevas tierras, lo que en España levantó más indignación e
insultos contra el navegante. Son «personas injustas, enemigos crueles y
causantes de derramamiento de sangre española», personas que «disfrutaban»
matando a quienes se oponían a ellos, en palabras de Pedro Mártir. Paranóico y cada
vez más religioso, Colón empezó a ver enemigos en todas partes.
En la primavera de 1499, Isabel, al fin, tomó cartas en el asunto y envió a Francisco de Bobadilla a que investigara sobre el terreno lo que estaba ocurriendo. Tenía licencia real para arrestar a los rebeldes y asumir el poder en los fuertes de Colón. Así lo hizo. Tras tres expediciones fabulosas pero poco rentables, Cristóbal Colón fue esposado y enviado en 1500 a Europa con los grilletes puesto a explicar a Isabel «La Católica» si eran ciertas acusaciones de estar actuando de forma autoritaria en los nuevos territorios descubiertos.
Las tormentosas circunstancias de este tercer viaje de Colón hizo pasar inadvertido algo tan fundamental como la presencia, por primera vez, de mujeres europeas en América. Si bien algunos investigadores sostienen la presencia de mujeres en el segundo (1493) e incluso en el primero (1492), fue a partir del tercero cuando llegaron de forma masiva a América. Hasta 30 españolas acompañaron a Colón en este viaje, a petición de los Reyes Isabel y Fernando, con el objeto de que prosperaran las nuevas ciudades y se desarrollaran lazos familiares estables.
Más
de 300 siguieron a estas pioneras a Santo Domingo en el primer
cuarto del siglo XVI, de modo que para el periodo de 1560 a 1579 la población
femenina ya constituía casi una tercera parte de los pasajeros embarcados.
La mayoría eran solteras (el 60%),
muchas con hijos, que vieron en la emigración a América una oportunidad de
alejarse del enclaustramiento familiar
La
mitad de estas mujeres eran andaluzas, un 33% castellanas y un 16% extremeñas.
Además, según datos recogidos por José A. Solís en«Mujeres de capa y
espada» (El Arca de papel), la mayoría eran solteras (el 60%), muchas
con hijos, que vieron en la emigración a América una oportunidad de alejarse
del enclaustramiento familiar y de la marginación social. No en vano, una orden
de la Corona en 1515 obligó a todos los cargos y empleados públicos a
embarcarse siempre con sus esposas, lo que también implicaba a madres y
hermanas. Ricas, pobres, religiosas, prostitutas, aventuras o labradoras... El
perfil medio es difícil de determinar, pero siempre con certificado de buena
conducta, puesto que la Corona reguló de
forma estricta la migración al nuevo mundo.
Mediante
una real cédula de 1549 se prohibía el viaje de «judíos y moros conversos, reconciliados con
la Iglesia, hijos y nietos de quemados por herejía, extranjeros nacidos fuera
de los territorios del imperio español y esclavos blancos y negros sin licencia
especial».
Mujeres olvidadas
Entre
estas españolas en América destacaron figuras como María de Toledo, nuera de Cristóbal
Colón y virreina de las Indias Occidentales entre 1515 y 1520; Beatriz de la
Cueva, que rigió los destinos de Guatemala; Isabel Barreto, primera y única
Almirante de la Armada que lideró una expedición por el Pacífico; María Escobar, que introdujo el
trigo en América; María de Estrada, que participó en la expedición de Hernán
Cortés; Catalina de Erauso, que abandonó el convento en España donde
residía y se hizo pasar por un soldado toda su vida; o Mencía Ortiz, una emprendedora
que creó una compañía para el transporte de mercancías.
La
desidia de los españoles y la siempre recurrente Leyenda Negra tienen
la culpa de que hoy apenas sean conocidos estos nombres. Frente a los
caritativos, pacíficos y familiares colonos puritanos que desembarcaron
en Norteamérica con el Mayflower, se retrata, en
contraste, por el lado español a los conquistadores barbudos, violentos y dados
al desenfreno sexual y el oro. De tal modo, la presencia de mujeres y familias
en el proceso de conquista de América ha sido desdibujada con frecuencia por
las fuentes protestantes para perpetuar la supuesta rapiña de los españoles.
Mejor representarlos arrasando y violando que construyendo caminos o
universidades y formando familias...
Tampoco
es cierto el mito de que la mayoría de estas mujeres fueran prostitutas. Muchas
eran madres solteras y mujeres que se habían rebelado contra su entorno, sí,
pero eso no las convertía en lo que entonces se designaba como mujeres
públicas. Incluso del suministro de estas trabajadoras se preocupó la Corona española,
empeñada en regular cada detalle. El primer prostíbulo en América, llamado «casa de
mujeres públicas», fue autorizado y promovido en la ciudad de Santo Domingo por
la Corona española en agosto de 1526, «por la honestidad de la ciudad y mujeres
casadas de ella y por excusar otros daños e inconvenientes».
Diario ABC
Cesar Cervera
24/01/2019
13:26h
Crestomatía
del Conde Yndiano de Ballabriga
No hay comentarios:
Publicar un comentario