Antonio Pozo Indiano
En
su encuentro con los periodistas durante el vuelo de regreso de Panamá a Roma,
el Papa Francisco manifestó anoche que «yo apoyo a todo
el pueblo venezolano que está sufriendo», pero añadió que «si yo entrara a
decir ‘háganle caso a estos países o a estos otros’ me metería en un rol que no conozco. Sería una
imprudencia pastoral por mi parte, y haría daño».
Consciente
de que a muchos les costará entender que
no tome partido con los países que reconocen a Guaidó, Francisco explicó que
había medido mucho sus palabras del domingo en Panamá, cuando afirmó
textualmente que «ante la grave situación por la que atraviesa Venezuela, pido
al Señor que se busque y se logre una solución justa y
pacífica para superar la crisis, respetando los derechos humanos y deseando
exclusivamente el bien de todos los habitantes del país».
El Papa comentó a los periodistas que «esas
palabras las pensé y las repensé, y expresé mi cercanía y lo que siento. Yo
sufro por todo esto», e insistió en «una solución justa y pacífica».
El
Santo Padre confesó que «me asusta el derramamiento de sangre. Y ahí pido
grandeza a quienes pueden ayudar a resolver el problema. El problema de la violencia a mí me aterra. Después
de todo el esfuerzo hecho en Colombia, lo que sucedió en la escuela de cadetes
es terrorífico», dijo respecto al atentado del ELN contra la escuela de policía
que causó 21 muertos.
En una valoración de su propio enfoque, el
Papa añadió que «no me gusta la palabra ‘equilibrado’. Tengo que ser pastor. Y
si necesitan ayuda, que se pongan de acuerdo y la pidan».
Francisco
abordó también la cumbre antipederastia que reunirá a los presidentes de
las conferencias episcopales de todo el mundo a finales de febrero,
presentándola como un servicio pues «algunos obispos no sabían que hacer, no
entendían, hacían una cosa buena y otra mala. Sentimos la necesidad de dar una
‘catequesis’ sobre este problema a las conferencias episcopales».
El
primer objetivo es que los obispos «tomen conciencia del drama de un niño abusado. Yo recibo con
regularidad a personas abusadas, y recuerdo una que durante 40 años no podía
rezar. El sufrimiento es terrible».
El
segundo objetivo es que los obispos «sepan qué se debe hacer: el procedimiento.
Qué tiene que hacer el obispo, el arzobispo
metropolitano, el presidente de la conferencia episcopal. Que sea claro. Que
los protocolos sean claros».
En
ese encuentro en el Vaticano «habrá oraciones, habrá testimonios (de víctimas) y una
liturgia penitencial para pedir perdón para toda la Iglesia».
Según
Francisco, el comité organizador «está trabajando bien en la preparación de
todo esto, pero me permito decir que he percibido expectativas un poco infladas. Hace falta
desinflar las expectativas y limitarlas a estos puntos de que hablo».
El Papa insistió en que el abuso sexual de
menores «es terrible. Es un drama humano del que tenemos que tomar conciencia.
Nosotros, resolviendo el problema en la Iglesia y tomando conciencia,
ayudaremos a resolverlo en la sociedad, en las familias, donde la vergüenza
lleva a esconder todo».
En relación con un debate educativo en
varios países de América central, Francisco afirmó que «en las escuelas hay que
dar educación sexual. El sexo es un don
de Dios. No es el ‘coco’. Es el don de Dios para amar. Que algunos lo usen
para ganar plata o explotar a otros, es otro problema. Pero hay que dar
educación sexual objetiva, como es. Sin colonización ideológica».
Refiriéndose implícitamente a la ideología
de género, el Papa advirtió que «si de
entrada le das una educación sexual llena de colonizaciones ideológicas,
destruyes a la persona». Pero insistió en que «el sexo como don de Dios
debe ser enseñado. Educar viene del latín ‘e-ducere’, sacar lo mejor de la persona y
acompañarla en el camino».
En su opinión, «lo ideal es que empiece en
la casa» aunque «no siempre es posible porque hay tantas situaciones en las
familias». En cuanto a la escuela, el problema es la calidad de los maestros y
los libros pues «hay cosas que maduran y hay cosas que hacen daño. Yo he visto
alguna ‘verdura’ en esto. Pero tiene que haber educación sexual, sin
ideología».
En
cuanto a las mujeres que se han sometido a un aborto voluntario, Francisco
dijo, hablando como confesor, que «después
de haber cometido este error, hay misericordia también. Una misericordia
difícil porque el problema no es dar el perdón, el problema está en acompañar a una mujer que ha tomado
conciencia de haber abortado. Son dramas terribles».
Añadió
que «hace falta estar en el confesionario, y ahí dar consolación, no atacar.
Por eso abrí la potestad de absolver el aborto por misericordia». Sin embargo,
suele persistir el problema de que «tantas veces deben encontrarse con el hijo.
Yo aconsejo muchas veces, cuando lloran y tienen
esta angustia, yo les digo que su hijo está en el cielo, que
hablen con él, que le canten la nana que no pudieron cantarle. Y ahí se da una
reconciliación de la madre con el hijo, porque Dios ya ha perdonado».
28-1-2019
A bordo del
vuelo papalActualizado:28/01/2019
13:30h
Crestomatía
del Conde Yndiano de Ballabriga
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